Yo he estado
en recuperación muchos años. He utilizado la negación muchas veces. Ha sido una
defensa, una herramienta para sobrevivir, una conducta para hacer frente y, a veces,
casi mi ruina. Ha sido una amiga y una enemiga.
Cuando era
niña, usaba la negación para protegerme y para proteger a mi familia. Me
protegía a mi misma de ver las cosas que eran demasiado dolorosas de ver y de
sentimientos que eran demasiado abrumadores para sentir. La negación me hizo
atravesar segura muchas situaciones traumáticas cuando no tenia ningún otro
recurso para sobrevivir.
La
desventaja de aplicar la negación fue que perdí el contacto conmigo misma y con
mis sentimientos. Me volví capaz de participar en situaciones perjudiciales sin
saber siquiera que estaba sintiendo dolor por dentro.
Fui capaz de
tolerar una gran cantidad de dolor y de abuso sin tener ni la mas nebulosa
noción de que esto era anormal.
Aprendí a
participar en mi propio abuso.
La negación
me protegía del dolor, pero también me hizo ciega a mis sentimientos, a mis
necesidades y a mí misma. Era como una gruesa manta que me cubría y me
sofocaba.
De pronto,
me empecé a recuperar. Tuve un atisbo de conciencia acerca de mi dolor, de mis
sentimientos, de mis conductas. Empecé a verme a mí misma y al mundo, como
éramos. Había tal cantidad de negación acerca de mi pasado que si me hubieran
rasgado totalmente la manta, hubiera muerto del shock que me hubiera provocado
quedarme a la intemperie. Necesité ir admitiendo gradualmente y suavemente los
conocimientos que fui adquiriendo acerca de mí misma, los recuerdos, la toma de
conciencia y la curación.
La vida
participó conmigo en este proceso. Es una gentil maestra. A medida que me iba
recuperando, trajo hacia mí los incidentes y la gente que necesitaba para poder
recordarme lo que aún estaba negando, para decirme adónde necesitaba curarme
más de mi pasado, a medida que iba pudiendo manejar este conocimiento acerca de
mí
misma.
Todavía uso
la negación, y me abro paso con ella, según lo necesite. Cuando soplan los
vientos del cambio, trastornando la estructura familiar y preparándome para lo
nuevo, cojo mi manta y me escondo, durante un rato. A veces, cuando alguien a
quien amo tiene un problema, me escondo debajo de la manta momentáneamente.
Surgen
recuerdos de
cosas que negué, recuerdos que necesitan ser recordados, sentidos y aceptados
para que podamos seguir siendo curados, fuertes y sanos.
A veces, me
siento avergonzada por lo mucho que tardo en mi batalla para llegar a aceptar
la realidad. Me siento abochornada cuando me encuentro de nuevo envuelta en la
niebla de la negación.
Luego algo
sucede, y veo que estoy yendo hacia delante. La experiencia era necesaria,
tenía relación con algo, para nada era un error, sino una parte importante de
la curación.
Esta jornada
llamado recuperación es un proceso emocionante, pero comprendo que algunas
veces puedo usar la negación para ayudarme a superar cuestiones difíciles.
También estoy consciente de que la negación es una amiga y una enemiga. Estoy
alerta a las señales de peligro: esos sentimientos nebulosos, confusos… esa
energía perezosa…. el sentirse compulsivo… correr demasiado duro o demasiado
aprisa…. evitar los mecanismos de apoyo.
He ganado un
sano respeto por nuestra necesidad de usar la negación como cobija para
envolvernos cuando hace demasiado frío. No es mi labor andar por ahí
desgarrando las cobijas de la gente o avergonzando a los demás por usar la
cobija. El avergonzarlos les da más frío, los hace envolverse más apretadamente
en la manta.
Arrancarles
la manta es peligroso. Podrían morir por quedar a la intemperie, igual que
puede haber muerto yo.
He aprendido
que lo mejor que puedo hacer con la gente que está envuelta en esta cobija es hacerla
sentirse tibia y segura. Cuanto más tibia y segura se sienta, más capaz será de
tirar su cobija. No tengo que apoyar o alentar su negación. Puedo ser directa.
Si los demás están en negación acerca de una cosa en particular, y su actividad
es perjudicial para mí, no tengo por qué estar cerca de ellos. Puedo desearles
lo mejor y cuidar de mí misma. Porque si me quedo demasiado tiempo cerca de
alguien que me está haciendo daño, inevitablemente volveré a coger mi manta.
He ganado
respeto por crear ambientes cálidos, donde no se necesiten las cobijas, o al
menos no se necesiten por tanto tiempo. He ganado confianza en la forma como la
gente se cura y lidia con la vida.
“Dios,
ayúdame a estar abierta y a confiar en el proceso que me está curando de todo
lo que he negado acerca de mi pasado. Ayúdame a esforzarme por tener conciencia
y lograr la aceptación, pero también ayúdame a practicar la amabilidad y la
compasión hacia mí mismo -y hacia los demás- en aquellas ocasiones en que haya
usado la negación”.