Bendigo las
manos, bendigo tus manos; ¿por qué?, ¿por qué actúa? La bendición quiere decir
«bien decir», es simplemente decir el bien, hablar en positivo, nada más.
Cuando bendigan una cosa, aquello aumenta, aquello lo agradece, todo, hasta el
teléfono se compone si tú lo bendices.
Todo, todo
obedece a una bendición. Tú coges dos maticas y las riegas, pero bendice a una
sola todos los días para que la veas ponerse bella, mientras que la otra da
lástima. Entonces comenzarás a bendecir a la otra también. Que los hombres
bendigan sus negocios y bendigan el negocio del contrario. Aquél que tiene la
misma ferretería o la misma botica, bendiga la de él también porque hay para
todo el mundo. Y cuando tú bendigas la de ese señor, se te devuelve a ti. Así
es ese amor, bendigan el negocio, bendigan la cartera y nunca estará vacía
(bendíganla cuando tenga dinerito y no cuando esté vacía), bendice tu dinero,
bendice el que tengas en el banco, bendice, sí, la abundancia, pero hay que
decir la abundancia de esto, la abundancia de lo otro, bendice la abundancia
—decía una señora— y se puso de este gordo. Eso es para que ustedes vean que lo
que les estoy diciendo es verdad; pero hay que saber hacerlo. Bendigan la
abundancia del dinero. ¿Ustedes no han oído decir, entre las viejas de sus
casas: «No, hombre, déjelo almorzar, se le echa agua a la sopa»? Mentira, no se
le echa agua a la sopa. Pero si decir «Yo Soy», pues ese «Yo Soy» es
todopoderoso; es lo mismo que ustedes digan «yo tengo» o «yo estoy» o «yo
quiero». Él es el Yo, es el Verbo; el verbo ser, estar. Es el Verbo y es el
Logos Creador. Todo lo que tú digas «yo quiero» se hace. ¡Pruébenlo, no me
crean, pero pruébenlo! El «Yo Soy» es todopoderoso.
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