5 de noviembre.
HAGAMOS UN TRATO
La relación
simplemente no estaba funcionando, y yo quería tanto que funcionara. Seguía
pensando que si me hacía lucir más hermosa, si tan sólo trataba de ser una
persona más amorosa, más amable, entonces él me amaría. Me volteé al revés para
ser algo mejor, siendo que como era estaba bien. Sencillamente no podía ver lo
que estaba haciendo, hasta que seguí adelante y acepté la realidad. (Anónimo).
Una de las
partes más frustrante de la aceptación es la etapa del regateo. En la negación,
hay felicidad; en la ira, alguna sensación de poder. En el regateo vacilamos
entre el creer que podemos hacer algo por cambiar las cosas y el darnos cuenta
de que no podemos hacerlo.
Podemos
alzar en alto nuestras esperanzas una y otra vez, tan solo para que nos las
destrocen.
Muchos de
nosotros nos hemos volteado al revés para tratar de negociar con la realidad.
Algunos de nosotros hemos hecho cosas que parecen absurdas, en retrospectiva,
una vez, que hemos logrado la aceptación.
“Si trato de
ser una persona mejor, entonces esto no sucederá…. Si me veo más bonita, si
tengo la casa más limpia, si bajo de peso, si sonrío más, si me dejo ir, si me
aferro con más fuerza, si cierro los ojos y cuento hasta diez, si me desgañito
gritando, entonces no tendré que enfrentar esta pérdida, este cambio.”
Hay
historias de los miembros de Al-Anón acerca de intentos de regateo con el beber
del alcohólico: “Si tengo la casa más limpia, el no beberá… Si la hago feliz
comprándole un vestido nuevo, ella no beberá… Si le compro a mi hijo un coche nuevo,
dejará de usar drogas”.
Los hijos
adultos de alcohólicos también han regateado con sus perdidas: “Quizá si soy el
hijo perfecto, mi mama o mi papa me apoyaran en la forma como quiero que lo
hagan”. Hacemos cosas grandes, pequeñas y regulares, a veces cosas locas, para
resguardarnos del dolor que implica aceptar la realidad para detenerlo o para
ahogarlo.
Aceptar la
realidad no tiene sustituto. Ese es nuestra meta. Pero en el camino, podemos
tratar de hacer un trato. Reconocer nuestros intentos de regateo por lo que
son- parte del proceso de duelo- ayuda a que nuestras vidas sean gobernables.
“Hoy me daré
a mi mismo y a los demás la libertad para experimentar completamente la pena
por las perdidas. Me haré responsable, pero me daré permiso para ser humano”.
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