31 de enero
Pidamos lo
que necesitamos
Una noche
estaba yo sola, harta y exhausta. Había estado viajando sin cesar, lejos de mis
amigos y de mi familia. Había volado de regreso a casa esa noche, pero parecía
que nadie se había dado cuenta. La gente estaba acostumbrada a verme en casa.
Ya era tarde
y empecé a discutir con Dios.
“He estado
fuera trabajando duro. Me siento sola. Necesito saber que alguien me quiere. Tú
me has dicho que Te diga lo que necesito, y esta noche, Dios mío, necesito
particularmente la presencia de energía masculina. Necesito un amigo, alguien
en quien yo confíe que le guste estar conmigo en una forma no sexual. Necesito
que me abracen. Pero, ¿dónde estás?
Me recosté
en el sillón y cerré los ojos. Estaba demasiado cansada para hacer cualquier
otra cosa que no fuera dejar ir lo que sentía.
El teléfono
sonó unos minutos después. Era un antiguo colega que se había convertido en mi
amigo. “Hola, chica”, me dijo. “Te oyes muy cansada y con necesidad de hablar.
Quédate exactamente donde estás. Voy para allá a darte un masaje en los pies.
Me parece que eso es exactamente lo que necesitas”.
Media hora
después tocó mi puerta. Trajo una pequeña botella con aceite y suavemente me
dio masaje en los pies, me abrazó, me dijo cuánto me quería y luego se fue.
Sonreí.
Había recibido exactamente lo que había pedido.
Es seguro confiar
en Dios.
“Hoy
recordaré que a Dios le importa lo que yo necesito, especialmente si me importa
a mí”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario