Reparamos
directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el
hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros. (Paso Nueve de Al-Anón).
Cuando
reparemos daños, necesitamos ser claros acerca de la causa por la que estamos
ofreciendo disculpas y de la mejor manera de decir que lo sentimos. Lo que
realmente estamos haciendo con nuestra reparación es asumir la responsabilidad
de nuestra conducta. Necesitamos estar seguros de que el proceso mismo no sea
contraproducente o doloroso.
A veces
necesitamos disculparnos directamente por una cosa que hemos hecho en
particular o por la parte que nos corresponde en un problema.
Otras, en
vez de decir “lo siento”, lo que necesitamos hacer es trabajar por cambiar
nuestra conducta hacia la persona.
Hay veces en
que sacar a relucir lo que hemos hecho y ofrecer disculpas por ello empeoraría
las cosas.
Tenemos que
confiar en el momento adecuado, en la intuición, y en la guía en este proceso
de la reparación de daños. Una vez que estemos dispuestos, podemos dejarlos ir
y proseguir con nuestra reparación en forma pacífica, consistente, armoniosa.
Si nada nos parece bien o apropiado, si sentimos que lo que estamos a punto de
hacer provocaría una crisis o causaría estragos, necesitamos confiar en ese
sentimiento.
Aquí cuentan
la honestidad, el ser abiertos y el estar dispuestos. En paz y armonía podemos
esforzarnos por poner en claro nuestras relaciones.
Merecemos
estar en paz con nosotros mismos y con los demás.
“Hoy estaré
abierto a reparar cualquier daño que necesite reparar con la gente. Esperaré la
Guía Divina en el proceso de hacer cualquier reparación que no tenga bien
clara. Actuaré cuando se me guíe a hacerlo. Dios mío, ayúdame a dejar ir mi
miedo de enfrentar a la gente y asumir la responsabilidad de mi conducta.
Ayúdame a saber que no estoy menoscabando mi autoestima al hacer esto; la estoy
mejorando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario