Cuando
estamos en medio de una experiencia, es fácil olvidar que hay un Plan. A veces,
lo único que podemos ver es el hoy.
Si solamente
viéramos durante dos minutos un programa de televisión que va a la mitad, no
tendría mucho sentido. Sería un acto desconectado.
Si miráramos
a un tejedor tejer un tapete unos cuantos momentos, concentrado él en una
pequeña parte de su obra, ésta no se vería hermosa. Se vería como unas cuantas
hebras peculiares colocadas sin orden ni concierto.
Cuán
frecuentemente utilizamos esa misma perspectiva limitada para ver nuestra vida,
especialmente cuando estamos atravesando una temporada difícil.
Podemos
aprender a tener perspectiva cuando estamos pasando por esas confusas,
difíciles épocas de aprendizaje. Cuando nos estamos haciendo líos con los
sucesos que nos hacen sentir, pensar y cuestionar, estamos aprendiendo algo
importante.
Podemos
confiar en que algo valioso se está resolviendo en nuestro interior, aunque las
cosas sean difíciles, aunque no podamos discernir el rumbo. El conocimiento
profundo y la claridad no vienen hasta que hemos dominado nuestra lección.
La fe es
como un músculo. Se le debe ejercitar para que se fortalezca. Las repetidas
experiencias de tener que confiar en lo que no podemos ver y de aprender a
confiar en que las cosas se resolverán son lo que hacen que nuestros músculos
de la fe se fortalezcan.
“Hoy
confiaré en que los sucesos en mi vida no se dan al azar. Mis experiencias no
son un error. El universo, mi Poder Superior y la vida no la están tomando en
contra mía. Estoy pasando por lo que necesito pasar para aprender algo valioso,
algo que me preparará para la alegría y el amor que estoy buscando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario