Nada bueno
resulta del desasosiego.
La
inquietud, el miedo, la ira o la tristeza pueden motivarnos. A veces, estos
sentimientos tienen la intención de obligarnos a la acción, pero nuestro mejor
trabajo surge una vez que éstos han sido remplazados por la paz.
No
terminaremos nuestra tarea más pronto, ni mejor, desempeñándola con una
sensación de urgencia, miedo, ira o tristeza.
Deja ir la
inquietud. Deja que la paz llene el hueco. No tenemos que renunciar a nuestro
Poder, al poder personal que Dios nos ha dado –o a nuestra paz- para llevar a
cabo el trabajo que se nos ha llamado a hacer hoy. Se nos dará todo el poder
que necesitemos para hacer lo que tengamos que hacer, cuando sea el tiempo de
hacerlo.
Deja que
primero venga la paz. Después procede. La tarea se hará de manera natural y a
tiempo.
“Hoy primero
me pondré en paz y dejaré que mi trabajo y mi vida surjan de esa base”.
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