En la
recuperación estamos aprendiendo una nueva conducta. Se llama: Sé quien eres.
Para algunos
de nosotros, esto puede ser atemorizante. ¿Qué pasaría si hubiéramos sentido lo
que sentimos, si hubiéramos dicho lo que queríamos, si nos volviéramos firmes en
nuestras creencias y valoráramos lo que necesitábamos? ¿Qué pasaría si
dejáramos nuestro disfraz de adaptación? ¿Qué pasaría si nos adueñáramos de
nuestro poder para ser nosotros mismos?
¿Le
seguiríamos cayendo bien a la gente? ¿Se alejaría? ¿Se enojaría?
Llega un
momento en que estamos dispuestos a correr ese riesgo. Para seguir creciendo, y
viviendo con nosotros mismos, nos damos cuenta de que debemos liberarnos. Llega
el momento en que dejamos de permitir que los demás y sus expectativas nos
controlen tanto y empezamos a sernos fieles a nosotros mismos, sin importar la
reacción de los demás.
Antes de que
pase mucho tiempo, empezamos a entender. Algunas personas podrán alejarse, pero
la relación con ellas habría terminado de todas maneras. Otras se quedan y nos
aman y respetan más por haber tomado el riesgo de ser como somos. Empezamos a
lograr intimidad y relaciones que funcionan.
Descubrimos
que ser como somos siempre ha sido suficientemente bueno. Así es como se tenía
la intención de que fuéramos.
“Hoy tomaré
mi propio poder para ser yo mismo”.
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