No lo causé, no lo puedo controlar, y no puedo curar al alcohólico
Karen D., Virginia
«… creía que la bebida de mi hijo era
culpa mía».
Me sentí muy nerviosa cuando fui a mi
primera reunión de Al-Anon. Lo último que quería hacer era entrar a una
sala llena de extraños y contarles mis problemas personales. De alguna
manera encontré valor para entrar a la sala, a pesar de que lo que en realidad
quería hacer era salir corriendo para otro lado.
Una de las primeras cosas que escuché
fue: “Ninguna situación es desesperada...”
También escuché: No lo causé, no lo puedo
controlar, y no puedo
curar al alcohólico. Esas eran palabras
que desesperadamente necesitaba escuchar porque creía que la bebida de mi
hijo era culpa mía. Me sentía tonta cuando lloraba, pero nadie me
juzgaba. De hecho, todo el mundo parecía entender mi dolor, a pesar de que
yo no había dicho ninguna palabra.
Nunca olvidaré el miembro de Al-Anon que
se me acercó después de la reunión y me dijo: “Aquí estás a salvo”.
Este es el lugar donde precisamente debes estar».
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