PRIMER
PASO
Admitimos que éramos impotentes ante
la nicotina y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
El Primer
Paso no era un ejercicio intelectual. Era un sentimiento en nuestros huesos, en
nuestros corazones y en nuestros estómagos. Era angustiante asumir que éramos
adictos a una droga. Por primera vez, estuvimos dispuestos a renunciar a
cualquier idea de controlar el uso de la nicotina. Examinamos de manera
realista el poder que la nicotina tenía sobre nosotros y vimos que ese control
era absoluto.
Era
muy difícil admitir algo acerca de nosotros mismos, mucho más que éramos
impotentes ante la nicotina. Fumábamos y nos encantaba fumar por muchas
razones, porque nos hacía ver sofisticados, nos hacía sentir bien, reducía el
estrés, nos ayudaba a concentrarnos, tenía un efecto tranquilizador, etcétera.
Pero por una u otra razón, la nicotina eventualmente dejó de funcionar: temores
por la salud personal, sentimientos de odio a sí mismo, culpa, presión de los
amigos. La vida como fumador se volvió insoportable. Comenzamos a pensar en
dejarlo.
Desesperadamente,
intentamos modificar nuestro consumo de la nicotina no usándola en el trabajo,
en la habitación o frente a los niños, sentándonos solamente en una silla
particular mientras fumábamos, o sólo cuando estábamos en exteriores. Cambiamos
de marcas, usamos boquillas para reducir el alquitrán, fumábamos sólo “cigarros
naturales”, fumábamos a ciertas horas del día, con cierta gente, en eventos
especiales. Luego comenzamos a consultar a los expertos. Buscamos ayuda de
médicos, hipnoterapeutas, psiquiatras, acupunturistas, libros de auto-ayuda e
incontables programas para dejar de fumar. Algunas veces fuimos capaces de
dejar de fumar, pero no pudimos evitar recaer. Nada funcionaba.
Profundamente
desmoralizados, recurrimos a Fumadores Anónimos como otra posible solución.
Para nuestra gran sorpresa, encontramos personas que no estaban usando la
nicotina porque habían admitido que no podían dejar de fumar. Ellos aceptaron
su falta de control absoluta sobre la nicotina, y nos ofrecieron apoyo
invitándonos a unírnosles y hacer lo mismo.
Había
apoyo del grupo; y como sugiere el uso del pronombre “nosotros” a través de los
pasos, el proceso de recuperación de la adicción a la nicotina no era, y no es,
un viaje que uno realiza solo.
Nos
dimos cuenta que éramos verdaderos adictos y que usábamos la nicotina por la
misma razón que los alcohólicos beben, porque no pueden dejar de hacerlo. Si
nos dejaran actuar por nuestra cuenta, seguiríamos fumando, destruyendo
nuestros cuerpos, suprimiendo nuestros sentimientos y alienando a nuestras
familias, amantes y amigos.
Unirnos
a Fumadores Anónimos implicó el reconocimiento de que no podíamos resolver
nuestro problema con la nicotina nosotros solos. Después de incontables
intentos por controlar nuestro “hábito”, era casi un alivio desistir y buscar
ayuda. Aprendimos cómo darle vuelta a la situación, rendirnos y admitir nuestra
impotencia. Aceptamos nuestra falta de control total sobre la nicotina.
Nos
dimos cuenta que usar la nicotina era más que sólo un mal hábito; más bien, era
un síntoma de que nuestras vidas estaban fuera de control e ingobernables. Los
aspectos destructivos de nuestra adicción fueron mucho más allá del daño obvio
que le hicimos a nuestros cuerpos. Entre más examinábamos el papel que jugaba
la nicotina en nuestras vidas, más nos dábamos cuenta cuánto nos controlaba. La
nicotina determinaba cuándo tomaríamos descansos, dónde comeríamos, quiénes
eran nuestros amigos, amantes y socios, cómo pasábamos nuestro tiempo libre.
Nunca fuimos a algún lado o hicimos algo sin revisar primero nuestras
provisiones. Sin embargo, nos esforzábamos mucho por esconder nuestra adicción
de otros, y de nosotros mismos. Usábamos enjuague bucal, aromatizante para
cuartos, máquinas come-humo, por citar unos cuantos. Muchos de nosotros
comenzamos a escondernos cuando fumábamos, evitando la presencia de amigos y
seres queridos, o fumábamos un cigarro a escondidas en el baño en la oficina.
No había forma de escondernos, y cada intento era una mentira. Nuestras vidas
eran mentiras. Estaban fuera de control, ingobernables.
Entender
y experimentar ambas partes del Primer Paso, que somos impotentes sobre la
nicotina y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables era el
inicio. Estábamos listos para dar el Segundo Paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario