lunes, 28 de octubre de 2013

FUMADORES ANÓNIMOS. SEGUNDO PASO

SEGUNDO PASO
Llegamos al convencimiento de que un Poder Superior a nosotros mismos podrá devolvernos el sano juicio.

            En el Primer Paso, admitimos nuestra impotencia. Para algunos de nosotros, esta era una admisión devastadora. Reflexionábamos sobre nuestros años de adicción a la nicotina y en todos nuestros intentos por dejar de fumar. Todo intento había fracasado. Nos dimos cuenta que no podíamos dejarlo. No ayudó la auto-recriminación, ni la fuerza de voluntad, ni el análisis de nuestra situación. Nos sentíamos como fracasados. Preguntábamos, ¿Por qué no podemos dejar de fumar cuando todos los demás sí pueden?

            Ahora en el Segundo Paso, comenzamos a encontrar las respuestas a nuestras preguntas. Habiendo admitido nuestra propia impotencia, comenzamos a abrirnos nosotros mismos para encontrar una fuente de poder mayor que nosotros mismos, mayor que nuestra adicción. Por la desesperanza, y sin entender por qué, llegó el conocimiento de una alternativa. Aceptamos la posibilidad de la esperanza.

            Aquellos de nosotros que teníamos una conexión espiritual positiva vimos a Dios, como lo concebimos, como la alternativa, como la fuente de esperanza. Para quienes habíamos desarrollado una actitud escéptica acerca de la religión, llegar a creer en un Poder Superior no era una tarea sencilla. Encontramos que nuestra concepción original de un Poder Superior a nosotros mismos nos había fallado. Nos rebelamos contra los intentos por convencernos de ideas fijas acerca de Dios. Nos resistíamos a participar en una fe incuestionable.

            Reconociendo nuestro escepticismo, aprendimos que no teníamos que tener una definición de Dios. Podíamos sólo actuar como si creyéramos, confiando cuando no sabíamos o no entendíamos. “Llegar al convencimiento” era un proceso. No tenía nada que ver con la lógica, la razón, la seguridad o entender las cosas. Más bien, tenía que ver con nuestras propias convicciones personales, con una mente abierta, flexibilidad y una disposición a permitir que algo bueno nos sucediera.

            Con nuestra franqueza, examinamos la frase “devolvernos el sano juicio”. Siempre habíamos pensado en nosotros mismos como bastante cuerdos. Pero, ¿cómo podíamos haber pensado eso, cuando 20, 40, 60 o más veces al día, continuábamos fumando cuando sabíamos que nos estaba matando?

            Primero, la idea de locura parecía dramática, especialmente al aplicarla a nosotros mismos. Escuchábamos en las reuniones las historias de los demás. Escuchar sus cuentos de peligrosas carreras de cigarros a medianoche, sacar colillas de las cunetas, botes de basura y ceniceros públicos, y fumar a través de tubos de traqueotomía, nos hizo recordar una conducta similar nuestra. Vimos nuestra propia locura, repitiendo las mismas acciones una y otra vez, esperando que los resultados fueran diferentes.

            Admitir nuestra locura alrededor de la nicotina nos habría dejado en desesperanza si nuestra única solución hubiera sido nuestra propia fuerza de voluntad. Actuando por nuestra cuenta, no había salida. Alguien, algo, algún Poder, tenía que ayudarnos.

            Vimos el éxito de los demás, y escuchábamos cuando ellos sugerían que suspendiéramos nuestro pensamiento racional y que le diéramos a este otro Poder una oportunidad de trabajar en nuestras vidas. A medida que comenzábamos a escuchar lo que decían, había un sentido de esperanza. Después de todo, no estamos solos. Este Poder y nuestra conexión con éste, y con otra gente, era la puerta a una vida libre de nicotina.

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