SEXTO
PASO
Estuvimos enteramente dispuestos a
dejar que Dios nos liberase de todos nuestros defectos de carácter.
Antes
de comenzar con el Sexto Paso, muchos de nosotros encontramos útil meditar y
considerar nuestro trabajo hasta ahora. Si hemos sido minuciosos, hemos
realizado bastante trabajo, alguna parte de éste muy difícil.
En
nuestra meditación, reflexionamos sobre los primeros tres pasos. Otra vez,
aceptamos nuestra impotencia, reiteramos nuestra fe, y nos volvimos a
comprometer con nuestra decisión de entregarnos al cuidado de nuestro Poder
Superior. Nos dimos cuenta que habíamos profundizado en nuestro entendimiento
del proceso de recuperación. Después de concluir que el examen de nuestras
vidas en el Cuarto y Quinto Paso era tan completo como un trabajo en la medida
que éramos capaces de hacerlo, estábamos listos para realizar el Sexto Paso.
El
Sexto Paso es un paso de transición. Es donde nosotros realmente comenzamos a
cambiar. Necesitábamos considerar qué se consideraba ese cambio para nosotros.
A través del Cuarto y Quinto Paso llegamos a conocernos nosotros mismos más
profundamente que nunca. Nos enfrentamos con lo que nos había funcionado y con
lo que no, así como con nuestros rasgos efectivos e inefectivos. Llegamos a
entender que habían razones para nuestra conducta. En el Sexto Paso examinamos
las razones y nuestra motivación para nuestra conducta. Con este conocimiento
adicional, comenzamos a considerar maneras más saludables de satisfacer
nuestras necesidades. En otras palabras, estábamos listos para que Dios nos
retirara nuestros defectos, o rasgos de carácter ineficaces.
Vimos
que cada uno de nuestros defectos de carácter tenía dos aspectos. Cada uno
tenía el potencial de dañarnos, como vimos en el Cuarto Paso, pero también
podían darnos placer, o un sentido de aceptación, o tal vez el medio de evitar
el estrés, el miedo o el dolor. Ahora, aprendimos cómo incorporar el placer en
nuestras vidas de formas más saludables. Llegamos a ver cómo nuestra necesidad
de aceptación podía satisfacerse sin hacernos daño a nosotros mismos. Nos dimos
cuenta que, una vez que reconocimos y aceptamos, el estrés y el temor podían
ser disminuidos en gran parte. Nuestra fe recientemente encontrada no se
deshizo del dolor por medio de explicaciones, el cual aceptamos como una parte
integral de la vida, sino que nos dio el coraje para enfrentarlo, y sentirlo,
en lugar de usar la nicotina para obstruirlo o evitarlo.
Al
trabajar en el Sexto Paso, encontramos que era útil reconocer los beneficios y
castigos que obteníamos al representar nuestros defectos de carácter. Empezamos
a entender por qué hacíamos ciertas cosas, y qué era lo que estábamos tratando
de obtener del proceso. Aprendimos a reconocer que, en el proceso, también
obtuvimos cosas que no queríamos.
Por
ejemplo, nos dimos cuenta de que nuestro enfoque hacia la vida demasiado
crítico funcionaba como una manera de aumentar nuestro propio sentido de
autoestima y nos ayudaba a cubrir nuestros sentimientos de insuficiencia o
temor. Al mismo tiempo, llegamos a entender que este enfoque nos mantenía
separados de aquellos a quienes estábamos juzgando. Esto nos encerraba en un
falso sentido de superioridad. Nos privaba de la honestidad en las relaciones
con los demás.
Una
vez que entendimos lo que realmente estábamos intentando lograr, desarrollamos
nuevos métodos para obtener los mismos resultados en formas que no fueran
auto-destructivas. En nuestra búsqueda de la auténtica autoestima, reconocimos
nuestros propios atributos positivos y contamos con éstos. Ya no nos preocupaba
cómo éramos percibidos por los demás. Nos negamos a permitir que nuestra
autoestima la determinarán las opiniones de los demás.
En
nuestro intento por manejar nuestros sentimientos de insuficiencia y temor,
llegamos a darnos cuenta de que eran sentimientos humanos normales. Entendimos
y aceptamos nuestras limitaciones. Algunas veces no éramos lo suficientemente
mayores; en otras no éramos lo suficientemente jóvenes. No éramos superhombres
o supermujeres. No podíamos hacer todo. Además, vivimos en un mundo algunas
veces peligroso y el temor es una emoción legitima.
Una
vez que nos dimos cuenta de que estos sentimientos eran aceptables, nos
enfocamos en ellos de una manera diferente. Examinamos lo que nos hacía sentir
inadecuados. Supimos qué era lo que nos asustaba. Armados con la información
que estos esfuerzos brindaban, y con la ayuda de nuestro Poder Superior,
pudimos prepararnos para situaciones en nuevas maneras que reducían o
eliminaban los sentimientos de insuficiencia o temor.
Cuando
llegamos a entender el concepto de estar “listos” a que nos retiraran nuestros
defectos de carácter, pudimos considerar estar “enteramente” listos. Estuvimos
dispuestos a olvidar y cambiar. La idea de “enteramente” era un objetivo que
intentábamos conseguir.
Éramos confortados por el pensamiento de que
buscábamos progreso y no la perfección. Pensamos de nuevo en el Tercer Paso
cuando decidimos entregar nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios,
como sea que lo concibiéramos. Confirmamos que nos referíamos a nuestra total voluntad y nuestra vida entera.
En el Sexto Paso pasamos de un período de nuestra vida a otro. Nos
enteramos de la diferencia entre aferrarnos al pasado y olvidarlo. Comenzamos a
aprender a dejar de vivir en el dolor del ayer y comenzar a vivir en el placer
del hoy. Ahora estábamos verdaderamente listos, con una conciencia clara de
pedirle ayuda a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario