Tenía
treinta y cinco años la primera vez que le contesté a mi madre y me rehusé a
caer en sus juegos y en su manipulación. Estaba terriblemente asustada y casi
no podía creer que yo estuviera haciendo esto. Encontré que no tenía que ser
malvada. No tenía que empezar una discusión, pero podía decir lo que quería y
necesitaba decir para cuidar de mí misma. Aprendí que podía amarme y honrarme a
mí misma, y seguir preocupándome de mi madre -en la forma como yo quería- no en
la forma como ella quería que lo hiciera. (Anónimo).
¿Quién sabe
mejor cómo presionar nuestros botones que los miembros de la familia? ¿A quién,
aparte de los familiares, le damos tal poder?
No importa
por cuanto tiempo hayan estado en recuperación nuestros familiares, las
relaciones con miembros de la familia pueden ser provocadoras.
Una
conversación telefónica nos puede arrojar a un torbellino emocional y
psicológico que dure horas o días.
A veces, las
cosas se ponen peor cuando empezamos la recuperación porque nos hacemos aún más
conscientes de nuestras reacciones y de nuestro malestar. Eso es incómodo, pero
bueno. Al comenzar este proceso de concienciación y de aceptación cambiamos,
crecemos y nos curamos.
Este proceso
de desapegarnos con amor de nuestros familiares puede llevar años. Lo mismo el
proceso de aprender a reaccionar de una manera más efectiva. No podemos
controlar lo que hacen o tratan de hacer ellos, pero nosotros podemos ganar
cierto sentido de control acerca de cómo elegimos reaccionar.
Dejar de
tratar de hacerlos actuar o tratarnos diferente.
Desengancharnos
de su sistema rehusándonos a tratar de cambiarlos o de influir sobre ellos.
Sus
patrones, especialmente sus patrones con nosotros, son asuntos suyo. Cómo
reaccionemos, o cómo permitamos que estos patrones influyan sobre nosotros, es
asunto nuestro. Cómo cuidemos de nosotros mismos es asunto nuestro.
Podemos amar
a nuestra familia y aún así, rehusarnos a meternos en sus asuntos. Podemos amar
a nuestra familia pero rechazar sus esfuerzos por manipularnos, controlarnos o
producir en nosotros sentimientos de culpa.
Podemos
cuidar de nosotros mismos con nuestros familiares sin sentirnos culpables.
Podemos aprender a ser asertivos con miembros de la familia sin ser agresivos.
Podemos fijar los límites que necesitemos y queremos establecer con nuestros
familiares sin ser desleales a la familia.
Podemos
aprender a amar a nuestra familia sin perder el amor y el respeto hacia
nosotros mismos.
Hoy, ayúdame
a empezar a practicar el cuidado de mí mismo con mis familiares. Ayúdame a
saber que no tengo por qué permitir que sus asuntos controlen mi vida, mi día o
mis sentimientos. Ayúdame a saber que está bien que tenga determinados
sentimientos hacia los miembros de la familia, sin culpa o vergüenza”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario