¿No lo ves?
no tenemos por qué sentirnos tan victimados por la vida, por la gente, por las
situaciones, por el trabajo, por nuestros amigos, por nuestras relaciones
amorosas, por nuestra familia, por nosotros mismos, por nuestros sentimientos,
por nuestros pensamientos, por nuestras circunstancias.
No somos
víctimas. No tenemos que ser víctimas. ¡De eso es de lo que se trata!.
Sí, admitir
y aceptar la impotencia es importante. Pero ése es un primer paso, una
introducción a este asunto de la recuperación. Luego, viene el adueñarnos de
nuestro poder. Cambiar lo que podamos.
Esto es tan
importante como admitir y aceptar la impotencia. Y hay tanto que podemos
cambiar.
Podemos
adueñarnos de nuestro poder, dondequiera que vayamos, dondequiera que estemos,
con quienquiera que estemos. No tenemos que quedarnos ahí parados con las manos
atadas, con un desamparo rastrero, sometiéndonos a cualquier cosa que venga.
Hay cosas que podemos hacer. Podemos hablar. Resolver el problema. Usar el
problema para motivarnos a hacer algo bueno por nosotros mismos.
Podemos
hacernos sentir bien a nosotros mismos. Podemos alejarnos. Podemos regresar en
nuestros propios términos. Podemos defendernos. Podemos rehusarnos a dejar que
los otros nos controlen y nos manipulen.
Podemos
hacer lo que necesitamos hacer para cuidar de nosotros mismos. Esa es la
belleza la recompensa, la corona de la victoria que se nos da en este proceso
llamado recuperación. ¡De eso es de lo que se trata!
Si no
podemos hacer nada respecto de la circunstancia, podemos cambiar nuestra
actitud. Podemos hacer un trabajo interior: encarar valientemente nuestros
asuntos para no ser victimados. Se nos ha dado una maravillosa llave para la
vida.
Ya no somos víctimas,
a menos que queramos serlo.
La libertad
y la alegría son nuestras si las tomamos, si las sentimos, por el duro trabajo
que hemos realizado.
“Hoy me
recordaré a mi mismos tan frecuentemente como sea necesario de que no soy una víctima,
y que no necesito ser victimado por ninguna cosa que se me venga. Trabajaré
duro para quitarme la máscara de víctima, ya sea que esto signifique fijar un límite
y hacerlo respetar, alejarme, lidiar con mis sentimientos o darme a mí mismo lo
que necesito. Dios mío, ayúdame a dejar ir mi necesidad de sentirme victimado”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario