A medida que
viajo a través de la recuperación, mas y mas aprendo que al aceptarme a mi
mismo y a mis idiosincrasias -riéndome de mi forma de ser- me hace adelantar
mucho mas que estarme fastidiando yo solo y tratando de ser perfecto. Quizá, en
realidad, únicamente se trate de eso, de la autoaceptacion absolutamente
amorosa, jubilosa que nutre. (Anónimo).
Deja de
esperar la perfección de ti mismo y de quienes te rodean.
Nos hacemos
una cosa terrible, enojosa a nosotros mismos y a los demás cuando esperamos la
perfección. Provocamos una situación en la que los demás, incluyéndonos a
nosotros mismos, no se sienten a gusto con nosotros. A veces, esperar la
perfección pone a la gente tan tensa que ella y nosotros cometemos entonces más
errores de lo normal por estar tan nerviosos y tan concentrados en los errores.
Eso no
significa que permitimos conductas inadecuadas con el pretexto de que “nadie es
perfecto”. Eso no significa que no tengamos límites y expectativas razonables
de la gente y de nosotros mismos.
Pero
nuestras expectativas deben ser razonables. Esperar la perfección no es
razonable.
La gente
comete errores. Cuanto menos ansiosa, intimidada y reprimida esté por las
expectativas de ser perfecta, mejor se desempeñará.
Luchar por
la excelencia, la pureza en la creatividad, un desempeño armonioso y lo mejor
que podemos ofrecer son cosas que no ocurren en la atmósfera frustrante,
negativa, provocadora de miedo que se da cuando se espera la perfección.
Ten límites
y fíjalos. Ten expectativas razonables. Esfuérzate por dar lo mejor de ti
mismo. Alienta a los demás a hacer lo mismo. Pero sabe que nosotros y los demás
cometeremos errores. Sabe que nosotros y los demás tendremos experiencias de
aprendizaje, cosas que superar.
A veces,
nuestras fallas e imperfecciones determinan nuestra calidad de únicos, como
sucede en una obra de arte. Saboréemoslas. Riámonos de ellas. Admitámoslas y
admitámonos a nosotros mismos.
Alentemos a
los demás y a nosotros mismos a hacer las cosas lo mejor que podamos. Amémonos
y nutrámonos a nosotros mismos y a los demás por ser lo que somos. Y luego
démonos cuenta de que no somos meramente humanos, que fuimos creados con la
intención de ser humanos.
“Hoy, Dios
mío, ayúdame a dejar ir mi necesidad de ser perfecto, de insistir
irracionalmente en que los otros sean perfectos. No usaré esto para tolerar el
abuso ni el maltrato, sino para lograr tener expectativas adecuadas,
equilibradas. Estoy creando una atmósfera sana de amor, de aceptación y de
nutrimento a mi alrededor y en mi interior. Confío en que esta actitud hará que
surja lo mejor de la gente y de mí”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario