Para muchos
de nosotros, la palabra más difícil de decir es una de las más cortas y fáciles
del vocabulario: No. Anda, dilo en voz alta: No.
No, fácil de
pronunciar, difícil de decir. Nos da miedo caerle mal a la gente, o nos
sentimos culpables.
Podemos
creer que un “buen” empleado, hijo, padre, cónyuge o cristiano nunca dice no.
El problema
es que si no aprendemos a decir no, dejamos de caernos bien a nosotros mismos y
a la gente a la que siempre tratamos de complacer. Quizá incluso lleguemos a
castigar a los demás a causa del resentimiento.
¿Cuándo
decimos no? Cuando realmente queremos decir no.
Cuando
aprendemos a decir no, dejamos de mentir. La gente puede confiar en nosotros, y
nosotros podemos confiar en nosotros mismos. Pasan todo tipo de cosas buenas
cuando empezamos a decir no.
Si nos
asusta decir no, podemos darnos algo de tiempo. Podemos tomarnos un descanso,
ensayar la palabra y volver y decir no. No tenemos que brindar largas
explicaciones por nuestras decisiones.
Cuando
podemos decir no, también podemos decir si a lo bueno. Nuestros no y nuestros
si empezaran a ser tomados en serio. Ganamos control sobre nosotros mismos. Y
es entonces cuando aprendemos un secreto; que no es tan difícil decir No.
“Hoy diré no
si eso es lo que quiero”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario