No tenemos
que hacer las cosas mejor de lo que podemos, nunca. Haz las cosas lo mejor que
puedas por el momento, luego déjalo ir.
Si
necesitamos volverlas a hacer, podremos hacerlas lo mejor posible en otro
momento, después.
No podríamos
hacer más ni mejor las cosas de lo que somos capaces de hacerlas en este
momento. Nos castigamos a nosotros mismos y nos volvemos locos esperando más de
lo que razonablemente podemos hacer mejor por ahora.
Esforzarse
por la excelencia es una cualidad positiva.
Esforzarse
por la perfección es autoderrotista.
¿Quién nos
dijo que esperaba que hiciéramos y diéramos más? ¿Quién nos privó siempre de su
aprobación?
Llega un
momento en que sentimos que hemos hecho las cosas lo mejor posible. Cuando
llegue ese momento, déjalo ir.
Hay días en
que pensamos que hemos hecho las cosas mejor que nunca y el resultado puede ser
inferior a lo que esperábamos. Deja ir esos momentos también. Vuelve a empezar
mañana. Trabajemos hasta que se vuelva mejor lo mejor que podemos hacer las
cosas.
Hay momentos
para la crítica constructiva, pero si eso es lo único que nos damos a nosotros
mismos, nos daremos por vencidos. Concedernos autoridad y hacernos cumplidos a
nosotros mismos no nos hará flojos. Nos nutrirá y nos hará capaces de dar, de
hacer y de ser lo mejor.
“Hoy haré
las cosas lo mejor que pueda. Dios mío, ayúdame a dejar de criticarme a mí
mismo para que pueda apreciar lo lejos que he llegado”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario