Sé que soy
controladora, pero mi marido también lo es. Posiblemente él es más controlador
que yo. Cada vez que he estado dispuesta a dejarlo, cada vez que he empezado a
irme, él ha sabido decir las palabras exactas para detenerme. Y él sabia que yo
respondería. El sabía decir exactamente lo que yo necesitaba escuchar para
quedarme ahí donde él quería que me quedara. El sabía lo que estaba haciendo, y
sabía lo que yo haría, porque después de que empecé a recuperarme, me lo
confesó. (Anónimo).
Algunos de
nosotros somos así de vulnerables a las palabras.
Un “te
quiero” dicho a tiempo. Un momento escogido para decir “lo siento”. Una
disculpa expresada en el tono correcto de voz. Una palmadita en la cabeza. Una
docena de rosas. Un beso. Una tarjeta de felicitación. Unas cuantas palabras
que prometen un amor aún no manifestado pueden meternos en la negación. A veces
pueden mantenernos negarnos que se nos ha mentido, maltratado o que se ha
abusado de nosotros.
¡Hay
aquellos que deliberadmente se proponen dominarnos, controlarnos y manipularnos
a través de palabras baratas! ¡Conocen, entienden perfectamente nuestra
vulnerabilidad a unas cuantas palabras dichas a tiempo! Penetran nuestra
ingenuidad. Saben lo que están haciendo. ¡Entienden el impacto que tienen sobre
nosotros.
No tenemos
por que darle tanto poder a las palabras, aunque esas palabras sean justamente
la que queremos y necesitamos escuchar, aunque suenen tan bien, aunque parezcan
detener el dolor.
Tarde o
temprano llegaremos a darnos cuenta de que si la conducta no esta de acuerdo
con las palabras de una persona, estamos permitiendo que se nos controle, que
se nos manipule, que se nos engañe. Tarde o temprano llegaremos a darnos cuenta
de que es una charla barata, a menos que la conducta de la persona esté de
acuerdo con ella.
Podemos
llegar a exigir congruencia entre la conducta y las palabras de aquellos que
nos rodean. Podemos aprender a no ser manipulados, o dominados, por la charla
barata.
No podemos
controlar lo que hacen los otros, pero podemos escoger nuestras propias
palabras y nuestro propio curso de acción. No tenemos por qué dejar que la
charla barata, dicha a buen tiempo, nos controle, aunque las palabras que
escuchemos sean exactamente las que queremos oír para que cese nuestro dolor.
“Hoy dejaré
ir mi vulnerabilidad a las palabras. Dios mío, ayúdame a confiar en mí mismo
para conocer la verdad, aunque se me esté engañando. Ayúdame a apreciar
aquellas relaciones donde hay congruencia. Ayúdame a creer que merezco
congruencia y verdad en la conducta y en las palabras de aquellos que me
importan”.
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