Cuando nos
estemos escudriñando el alma, ya sea a causa de pequeñas o grandes decisiones
que enfrentemos durante el día, podemos aprender a preguntarnos, ¿ Esto es bueno
para mí?… ¿Es esto lo que realmente quiero?…. ¿Es esto lo que necesito?….
¿Siento que esta es la dirección correcta para mí?…¿O estoy sucumbiendo al
control y la influencia que a veces permito que otros tengan sobre mí?
No es un
egoísmo enfermizo cuestionarnos si algo nos conviene. Esa es una vieja manera
de pensar. Preguntarnos si algo es bueno para nosotros es una conducta sana de
la que no tenemos por qué avergonzarnos, y que probablemente resultará conforme
también a los mejores intereses de las otras personas.
No nos
extraviaremos en el sendero egoísta de la autoindulgencia por preguntarnos si
una cosa nos conviene. No nos desviaremos del plan que Dios tiene para
nosotros. Al hacernos esta sencilla pregunta, participamos en dirigir nuestra
vida hacia el bien y el propósito más alto; nos adueñamos de nuestro poder para
mantenernos en
autoestima.
“Hoy
empezaré a actuar conforme a mis mejores intereses. Lo haré con el
entendimiento de que, en su momento, lo que elija no complacerá a todos los que
me rodean. Lo haré con el entendimiento de que preguntarme si una cosa me
conviene en último término me ayudará a asumir una verdadera responsabilidad
por mi vida y por mis elecciones”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario