Muchos de
nosotros creíamos que hacer caso a las palabras de Dios o de nuestro Poder Superior
significaba seguir reglas rígidas, un libro de instrucciones para la vida.
Muchos de
nosotros ahora creemos otra cosa. Las reglas rígidas, las instrucciones sin
fin, la exhortación a la perfección, no son las palabras que murmura nuestro
Poder Superior.
Las palabras
de Dios son esas calmadas, pequeñas palabras que llamamos intuición o instinto,
que nos van conduciendo y guiando adelante.
Somos libres
de ser como somos, de escucharnos y confiar en nosotros mismos. Somos libres de
escuchar las gentiles, amorosas palabras de un Poder Superior, las palabras
murmuradas a nosotros y a través de cada uno de nosotros.
“Hoy,
ayúdame, Dios mio, a dejar ir las reglas rígidas basadas en la vergüenza.
Escogeré la libertad para amar, para escuchar y para confiar”.
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