Trae ante
Dios cualquier petición que tengas.
Ninguna
petición es demasiado grande; ninguna es demasiado pequeña o insignificante.
Cuán
frecuentemente limitamos a Dios al no traer ante Dios todo lo que queremos y
necesitamos.
¿Necesitamos
ayuda para lograr el equilibrio? ¿Para pasar el día?
¿Necesitamos
ayuda con alguna relación en particular? ¿Con un defecto de carácter en
particular? ¿Para obtener alguna cualidad de carácter?
¿Necesitamos
ayuda para progresar en alguna tarea en particular que nos esté desafiando?
¿Necesitamos ayuda con un sentimiento?
¿Queremos
cambiar alguna creencia autoderrotista que nos ha estado desafiando?
¿Necesitamos información, un mayor conocimiento de uno mismo? ¿Apoyo? ¿Un
amigo?
¿Hay algo en
el universo de Dios que realmente nos pudiera brindar alegría?.
Podemos
pedirlo. Podemos pedirle a Dios cualquier cosa que queramos.
Pon la
petición en manos de Dios, confiando en que ha sido escuchado, y luego
suéltala, déjala ir. Déjale la decisión a Dios.
Pedir lo que
queremos y necesitamos es cuidar de nosotros mismos.
Confiemos en
que el Poder superior al que le hemos entregado nuestra vida y voluntad
realmente se preocupa de nosotros y de lo que queremos y necesitamos.
“Hoy le
pediré a mi Poder Superior lo que quiero y necesito. No exigiré, pediré. Y
luego, lo dejaré ir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario