Yo solía
darle unas palizas mortales a mi marido con mi tarjeta de crédito. Me hacía
sentir que tenia algún control , alguna manera de desquitarme de él. (Anónimo).
Me pasé diez
años comprándome de todo en las ventas de garage. Ni siquiera me compré un par
de zapatos nuevos. Todo ese tiempo que me estuve privando, mi esposo se la pasaba
apostando en el juego, especulando en negocios arriesgados y haciendo lo que le
daba la gana con el dinero. Aprendí que cuando tomé la decisión de que merecía
tener las cosas que quería, y tomé la decisión de comprar algo que quería,
había suficiente dinero para hacerlo. No se trataba de ser frugal; se trataba
de privarme a mí misma y ser una mártir. (Anónimo).
Comprar
compulsivamente o gastar en exceso nos puede dejar un sentimiento temporal de
poder o satisfacción, pero al igual que otras conductas fuera de control, tiene
predecibles consecuencias negativas. Gastar de menos nos puede dejar
sintiéndonos víctimas también.
Hay una
diferencia entre gastar responsablemente y la privación del mártir. Hay una
diferencia entre tratarnos bien económicamente a nosotros mismos y gastar en
exceso. Podemos aprender a discernir la diferencia. Podemos desarrollar hábitos
de gasto responsables que reflejan una alta autoestima y amor hacia nosotros
mismos.
“Hoy lucharé
por lograr el equilibrio en mis hábitos de gastar. Si estoy gastando en exceso,
me detendré y lidiaré con lo que está ocurriendo en mi interior. Si estoy
gastando de menos o me estoy privando, me preguntaré a mí mismo si eso es
necesario y qué es lo que quiero”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario