A veces, la
gente que amamos hace algo que no nos gusta o que no aprobamos. Reaccionamos.
Reaccionan ellos. Antes de que pase mucho tiempo, todos estamos reaccionando
unos hacia otros y el problema crece.
¿Cuándo nos
desapegamos?
Cuando estamos enganchados en una reacción de
ira, miedo, culpa o vergüenza.
Cuando
quedamos enganchados en un juego de poder, un intento por controlar o forzar a
los demás a que hagan algo que no quieren hacer.
Cuando la
forma como estamos reaccionando no está ayudando a la otra persona o
solucionando el problema.
Cuando la
forma como ellos están reaccionando nos está lastimando.
Con
frecuencia, es tiempo de desapegarnos cuando el desapego parece lo menos
probable, o lo menos posible, que podemos hacer.
El primer
paso hacia el desapego es comprender que reaccionar y controlar no ayudarán. El
siguiente paso es ponernos en paz, centrarnos y restaurar nuestro equilibrio.
Da un paseo.
Abandona una habitación. Asiste a una reunión. Date un largo baño de agua
caliente. Llama a un amigo o amiga. Llama a Dios. Respira profundamente.
Encuentra la paz. De ese lugar de paz, al centrarte, surgirá una respuesta, una
solución.
“Hoy me
someteré y confiaré en que la respuesta está cerca”.
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