La creencia
de que la vida tiene que ser dura y difícil es la creencia de un mártir.
Nosotros
podemos cambiar nuestras creencias negativas acerca de la vida y acerca de que
podemos tener la fuerza para detener nuestro dolor y cuidar de nosotros mismos.
No somos
impotentes. Podemos resolver nuestros problemas. Tenemos poder, no para cambiar
o controlar a los demás, sino para solucionar los problemas que nos toca
resolver.
Utilizar
cada problema que nos viene para “probar” que la vida es dura y que somos
impotentes, esto es codependencia. Es la trampa de la víctima.
La vida no
tiene que ser difícil. De hecho, puede ser suave. La vida es buena. No tenemos
que “horrorizarla”, ni horrorizarnos nosotros mismos. No tenemos que vivir en
el sótano. Tenemos poder, más poder del que sabemos, incluso en los tiempos
difíciles. Y las épocas difíciles no prueban que la vida es mala; son parte de
los altibajos de la vida; a menudo se resuelven para bien.
Podemos
cambiar nuestra actitud; podemos cambiar nosotros mismos; a veces podemos
cambiar nuestras circunstancias.
La vida es
desafiante. Algunas veces hay más dolor del que pensábamos; otras, más alegría
de la que imaginábamos.
Todo es
parte del paquete, y el paquete es bueno.
No somos
victimas de la vida. Podemos aprender a dejar de ser víctimas de la vida. Al
dejar ir nuestra creencia de que la vida tienen que ser dura y difícil, hacemos
nuestra vida más fácil.
“Hoy, Dios
mío, ayúdame a dejar ir mi creencia de que la vida es tan difícil, tan
espantosa o tan difícil. Ayúdame a reemplazar esa creencia con un punto de
vista más sano, más realista”.
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