19 de enero
Apoderarnos
de nuestra fuerza
Hay un
sentimiento al que le tenemos que prestar una particular atención durante la
recuperación: sentirnos victimados. No necesitamos acostumbrarnos a sentirnos a
gusto con ese sentimiento.
¿Como nos
sentimos cuando hemos sido victimas de alguien? Impotentes, furiosos,
desamparados, frustrados.
Es peligroso
sentirse victimado. A menudo, esto nos puede lanzar a conductas adictivas o a
otras conductas compulsivas.
En la
recuperación estamos aprendiendo a identificar cuando nos sentimos victimados,
cuando hemos sido victimados en realidad y por que nos estamos sintiendo
victimados. Estamos aprendiendo a apoderarnos de nuestra fuerza, a cuidar de
nosotros mismos y a retirarnos de nuestro papel de victimas.
A veces,
apoderarnos de nuestra fuerza significa darnos cuenta de que nos estamos
victimando a nosotros mismos, y que los demás no están haciendo nada para
lastimarnos. Ellos están viviendo su vida, como es su derecho, y nosotros nos
estamos sintiendo víctimas porque estamos intentando controlar su proceso o, de
manera irracional, estamos esperando que ellos cuiden de nosotros. Nos podemos
sentir victimados si nos quedamos atascados en una creencia codependiente,
tal como ….
Los demás me hacen sentir…. Los demás tienen la llave de mi felicidad y mi
destino…. o, no podré ser feliz a menos que otro se comporte de determinada
manera, o de que sucedan ciertas cosas…..
Otras veces,
apoderarnos de nuestra fuerza significa que nos damos cuenta de que estamos
siendo victimados por la conducta de otra persona. Están siendo invadidos
nuestros límites. Es ese caso, indagamos qué necesitamos hacer para cuidar de
nosotros mismos e impedir que continúe la victimación; necesitamos fijar
límites.
A veces, lo
único que se requiere es un cambio de actitud. No somos víctimas.
Luchamos por
sentir compasión hacia la persona que nos victimó, pero comprendemos que a
menudo la compasión viene después, cuando nos hayamos despojado de nuestro papel
de víctimas en cuerpo, mente y espíritu. También entendemos que sentir
demasiada compasión puede volver a ponernos de inmediato en el cajón de las
víctimas. Sentir demasiada lástima por una persona que nos está victimando
puede establecer una situación donde la persona nos pueda convertir de nuevo en
su víctima.
No tratamos
de forzar consecuencias ni crisis sobre otra persona, pero tampoco la
rescatamos de las consecuencias lógicas de su conducta. Si hay un papel que
tengamos la responsabilidad de jugar para que se den esas consecuencias, lo
desempeñamos, no para controlar ni para castigar, sino para ser responsables
con nosotros mismos y con los demás.
Tratamos de
descubrir qué podemos estar haciendo que nos hace sentir victimados, o qué
papel estamos jugando dentro de un sistema, y dejamos, también, de hacerlo. No
tenemos poder sobre los demás ni sobre su conducta, pero podemos apropiarnos de
nuestra fuerza y apartarnos de ser víctimas.
“Hoy asumiré
la responsabilidad de ser yo mismo y de demostrárselo a los demás al no
permitir que se me victime. No puedo controlar los acontecimientos, pero sí
puedo controlar mi actitud al ser victimado. No soy una víctima; no merezco ser
victimado”.