No eres un
victima.
¡Cuan
inculcada puede estar nuestra autoimagen como victima!
¡Cuan
habituados estamos a sentirnos desgraciados e impotentes! La victimización
puede ser un velo gris que nos rodea, atrayendo aquello que nos victimara y
haciendo que generemos los sentimientos de victimización.
¡La
victimización puede ser tan habitual que incluso podemos sentirnos victimados
por las cosas buenas que nos suceden!
¿Tienes un
coche nuevo? Si, suspiramos, pero no corre tanto como yo esperaba, y después de
todo, costo tanto…
¡Tienes una
familia tan bonita! Si, suspiramos, pero hay problemas. Y hemos tenido épocas
tan difíciles…
¡Bueno,
ciertamente tu carrera va bien! Ah, suspiramos, pero hay que pagar tal precio
por el éxito. Todo ese papeleo adicional…
He aprendido
que si disponemos nuestra mente para ello, tenemos una increíble, casi
aterradora capacidad para descubrir la desgracia en cualquier situación, aun en
la más maravillosa de las circunstancias.
Con los
hombros caídos, la cabeza gacha, vamos por la vida llevándonos sofocones.
Acaba ya con
eso. Quítate el velo gris de la desesperación, de la negatividad y de la
victimización. Arrójalo; deja que se lo lleve el viento.
No somos
víctimas. Podemos haber sido victimados. Podemos haber permitido que se nos
haya victimado. Podemos haber buscado, creado o recreado situaciones que nos
victimaron. Pero no somos víctimas.
Somos libres
de pararnos al calor de la autorresponsabilidad.
¡Fija un
límite! ¡Maneja la ira! ¡Dile a alguien no, o para eso! ¡Salte de una relación!
¡Pide lo que necesites! Elige y responsabilízate de ello. Explora opciones.
¡Date a ti mismo lo que necesitas! Quédate erguido, con la cabeza en alto, y
reclama tu poder. ¡Reclama tu responsabilidad hacia ti mismo!
Y aprende a
disfrutar de lo bueno.
“Hoy me
rehusaré a pensar, hablar, expresarme o actuar como víctima. En vez de ello,
alegremente reclamaré la responsabilidad que tengo conmigo mismo y me
concentraré en lo que es bueno y correcto en mi vida”.